LSD: LUMINANCIA SOBRENATURAL DOMINANTE
Cualquier figura geométrica admite por lo menos dos interpretaciones: a) la meramente formal, que describe las virtudes de, digamos, un dodecaedro (a saber, sus doce caras y su naturaleza convexa y cóncava); b) la visión final que esconde su rígida forma, en el caso del dodecaedro, la forma del universo, que pergeñó alguna divinidad antigua. Esas figuras son las que preconizan e indagan Amor, Loubet, Mur y Villarino.
Al igual que todos los puntos contenidos en un plano disparan la identidad definitiva de la forma, los trabajos que componen la muestra y que dibujan su figura no acabada parten de diferentes puntos para construirla y consienten contradicciones: algunos parten de imágenes de la calle, otros prefieren rehuir los elementos figurativos y otros atravesarlos para dar origen a nuevas dimensiones. Sin embargo, todos comparten un objetivo: diluir la rigidez de lo matemático y trascender.
Para lograrlo proponen colores planos, superposición de perspectivas, tridimensionalidad, geometría dura, ilusiones de profundidad, interposición de planos, pinturas galácticas y juego de opuestos, y lo concretan por medio del óleo, las cintas, los aerosoles, la madera y los espejos.
Las formas quietas en el lienzo blanco esperan a ser reveladas. La luminiscencia de las aristas refracta desde el silencio y proponen un recorrido en nada lineal. Los puntos que conforman las líneas son apenas una insinuación, el espejismo que deben eludir los que quieran iniciarse en los enigmas de una geometría que nos define y nos abarca.
EZEQUIEL LAVENA

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Reseña en Diario Perfil